Intervención de Luis Briozzo, Edil departamental de Rocha por la 1001
Cada vez que la dictadura intentó generar una base social o política, mediante algún grado de consulta popular, perdió. Fue derrotada en las elecciones universitarias de setiembre de 1973. Fue derrotada en sus intentos de generar un movimiento sindical amarillo tanto con la CUT- CGTU, como en 1979, con los “gremios nacionalistas” impulsados por los servicios de inteligencia de la Armada, como también en la aplicación de la Ley de Asociaciones Profesionales; a pesar de la represión, la prisión de miles de dirigentes sindicales, la proscripción de otros y los miles de despidos y destituciones, los trabajadores ratificaron su confianza en la CNT, luego en el PIT y en los gremios clasistas. Fue derrota en el Plebiscito Constitucional de 1980. Fue derrota también en las Elecciones internas de los Partidos Políticos de 1982, donde los sectores democráticos triunfaron en los partidos tradicionales y el Frente Amplio logró marcar presencia con 90 mil votos en blancos.
Recuperar el protagonismo popular y el valor de la resistencia organizada y masiva es entonces de fundamental importancia no solo para rendirle honor al pasado sino para el presente y el futuro.
La dictadura respondió a motivaciones económicas y políticas nacionales e internacionales. La crisis que enfrentaba el mundo y el país, necesitaba de un proceso de re dinamización capitalista y los sectores dominantes usaron como variable de ajuste el salario y promovieron la más grande concentración del ingreso de la historia nacional.
Para hacerlo posible era necesario desmantelar el movimiento sindical y frenar el proceso de acumulación y crecimiento de la izquierda. Todo ello se unió a una estrategia continental de EEUU que llenó de dictaduras el continente buscando asegurar su hegemonía.
La dictadura uruguaya fue fascista no solo por el terrorismo de Estado, sino por los sectores civiles y militares que la promovieron y se beneficiaron con ella, la rosca oligárquica vinculada al capital financiero y por la transformación institucional que llevó adelante.
Culminada la etapa del autogolpe del presidente Juan María Bordaberry, del Partido Colorado, y desplazado este, las Fuerzas Armadas y sus partidarios civiles promueven en 1977 el denominado “Cronograma”. Este establecía una serie de pasos para la institucionalización del régimen y entre ellos estaba la aprobación de una nueva Constitución y la realización de elecciones en 1981.
El Proyecto de Constitución ratificada “todos los actos jurídicos y administrativos dictados desde 1973 a la fecha de vigencia del nuevo texto constitucional” esto se refería a todas las disposiciones de la dictadura y en particular las Actas Institucionales. De esta manera quedaban incorporados como órganos constitucionales el Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) y la Junta de Comandantes en Jefe.
Se creaba el Estado de Emergencias, que permitía gobernar por decreto y se podían decretar las Medidas Prontas de Seguridad sin anuencia del Parlamento, que para levantarla necesitaba de 2/3. Se creaban también el Estado de Subversión y el Estado de Guerra que podía decretar el Presidente con anuencia del Cosena. Se eliminaba la inamovilidad de los funcionarios públicos y se limitaba su agremiación.
Se establecía la prohibición de partidos políticos que tuvieran vinculación con “países extranjeros”. Se establecía un candidato único por partido y se otorgaba mayoría parlamentaria al ganador más allá de la votación obtenida.
Ese era el proyecto constitucional, partidos a la medida y sin la izquierda, movimiento sindical controlado, el Cosena y la Junta de Comandantes con poderes políticos claves, la justicia y la enseñanza sin autonomía. El fascismo institucionalizado.
Como última reflexión tomamos las palabras de José Artigas “Todo tirano tiembla y enmudece ante el paso majestuoso de hombres libres”
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